martes, 28 de julio de 2009

Mario Benedetti





Hoy recibí de una querida amiga “El Testamento “de Mario Benedetti, me pareció algo maravilloso que movió mis más profundas fibras.

Creí interesante compartirlo con los pocos lectores de este blog., creo que el “saber” se debe compartir y lo “bello” de la vida, mucho más .

Eduardo Visco – Periodista

Conductor “Debate Abierto”


TESTAMENTO
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> Yo... con la salud algo quebrantada
> y no sé si recuperable,
> dejo a mi segunda mujer
> mis brazos y mis piernas,
> en recuerdo de que con
> unos y con otras la abarqué y la ceñí,
> la incorporé a mi territorio,
> la gocé y logré que me gozara.
> También le dejo mis rabietas de verdugo
> y mis caricias de arrepentido;
> mis hoscas vigilias y mis nocturnos de
> minucioso amador;
> la melancolía que me provocan
> sus ausencias y el cielo abierto
> que acompañan sus regresos;
> la garantía de saberla dormida a mi lado
> y la certeza de que velará mi último sueño.
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> Yo... dejo también una canción cadenciosa y pegadiza
> que mi madre cantaba en la cocina mientras revolvía
> el dulce de leche casero;
> dejo un cristal con lluvia
> que me ponía alegremente melancólico;
> dejo un insomnio con luna creciente
> y dos estrellas;
> dejo la campanilla con la que llamaba
> a la esquiva buena suerte;
> dejo una tijerita de acero inoxidable
> con la que, a través de los años,
> me fui cortando tres o cuatro tipos de bigote;
> dejo el cenicero de Murano que recogió
> sin inmutarse las cenizas de mis frustraciones;
> dejo todos mis apodos
> y mis remordimientos clandestinos;
> dejo una ficha de ruleta para que alguien
> la apueste al treinta y dos;
> dejo el relámpago de la memoria
> que a veces ilumina los baldíos de mi conciencia;
> dejo el cuaderno Tabaré cuadriculado
> donde fui anotando mis vagos presentimientos;
> dejo un ejemplar del Quijote en papel
> biblia con notas al margen que testimonian
> mi aburrida admiración;
> dejo los gemelos de oro que me regalaron
> para mi segunda boda y que nunca estrené pues
> uso camisas de manga corta;
> dejo la cadenita de mi pobre perro
> que murió hace tres años porque
> no supo soportar su viudez;
> dejo un encuadernado ejemplar de la
> oda al carajo, única obra maestra del
> ubicuo bandolero que escribió
> nuestro himno y el de Paraguay;
> dejo el antiguo calzador de mango largo
> que uso en mis temporadas de lumbago;
> dejo mi valiosa colección de arrugadas expectativas;
> dejo un cajoncito de cartas recibidas y otro cajoncito
> con copias de las cartas que no me contestaron;
> dejo un termómetro enigmático y maravilloso
> porque siempre nos fue imposible leer en él
> la temperatura nuestra de cada día;
> dejo la acogedora sonrisa de la preciosa
> pero intocable mujer de un amigo
> que es campeón de karate;
> dejo el único piojo solitario,
> anacoreta, que ingresó hace doce años
> en mi geografía corporal
> y al que ultimé sin la menor piedad ecologista;
> dejo un plano muy bonito de Montevideo,
> recuerdo de una época poscolonial y premoon;
> dejo mi horóscopo, con sus pronósticos
> nunca confirmados; dejo un papel secante
> con la firma (invertida) de un ministro del ramo;
> dejo un caracol gigante,
> recogido en una playa oceánica
> que antes de expirar me miró
> con la tristeza de su odio salado;
> dejo una antena de TV, que sólo aportó
> inéditos fantasmas a mi pantalla;
> dejo las ojeras de mi hipocondría y
> los ardides de mi falso olvido;
> dejo un decilitro de ola atlántica
> que guardo en un frasco
> verdiazul para que no extrañe;
> dejo un sueño erótico y su verdad desnuda,
> por cierto inalcanzable en la arropada vigilia;
> dejo una bofetada femenina, injusta y perfumada;
> dejo una patria sin himno ni bandera
> pero con cielo y suelo;
> dejo la culpa que no tuve y la que tuve,
> ya que después de todo son mellizas;
> dejo mi brújula con la advertencia
> de que el norte es el sur y viceversa;
> dejo mi calle y su empedrado;
> dejo mi esquina y su sorpresa;
> dejo mi puerta con sus cuatro llaves;
> dejo mi umbral con tus pisadas tenues;
>
> dejo por fin mi dejadez.
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> Mario Benedetti
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